domingo, mayo 02, 2004

Nadie, sino tú...


Ajá, mal día... una lucha interna feroz, un morderme la lengua constantemente... ni siquiera me he alimentado bien (lo cual no me viene mal, a ver si me dura ja!)

En fin... me ha venido a la mente la noche de año nuevo... estábamos en la fiesta de Cerro Muriano: Jóse, Lori y yo con mis primas y primos... en un momento en que dejé de bailar y me senté en un mesón, miraba fascinada a mi hija bailar y se me acercó un extraño que me dijo:

"¿Lo tienes todo... ¿qué te falta para decidirte a ser feliz?"

Nunca más volví a verlo...
pero no pude responderle en ese instante...
tampoco podría responderle hoy...


*****

Nadie sino tú...


Nadie vive la vida por ti.
Nadie puede decidir qué te puede realizar,
qué te sobra para ser feliz,
qué te falta para enjugar tu llanto.

Nadie, sino tú...

Tú eres el problema y la solución.
La magia y el milagro.
El secreto y la revelación.
La posibilidad soñada y la realidad obtenida.

Tú eres quien siembra vientos y recoge tempestades.
Pero también eres tú quien animas e ilusionas,
adviertes y reorientas.
Eres tú el gozo para quien te ama y
la angustia para quien tú no quieres comprender.

¿Quién es el dueño de tu tiempo?
¿Quién el director de tus ideas?
¿Quién el administrador de tu dinero?
¿Quién el que sabe lo que te conviene o no?

Solo tú. Y nadie más que ¡tú!

Todos nos desvivimos por buscar la felicidad,
por obtener el éxito, por descubrir el amor,
por hacer un lado lo que nos estorba en nuestros planes.
Pero ese "todos" es una imagen virtual, ¿sabes?.
Porque esos todos se reducen, a la hora de la decisión precisa,
a una sola palabra:¡Tú!

Presumes de conocer a tus amigos y no te conoces a ti mismo.

Estas seguro de conocer tu negocio o tu trabajo hasta el último rincón y tú, no te conoces. Haces alarde de saber de memoria hasta libros completos, pero la frase que define tu personalidad, no la descubres. Cierras los ojos y repites nombres y nombres de gente que te ama
o de gente a quien desprecias. Pero, en ese desfile, ¿sabes quien falta?

Tú.

Porque -debemos reconocerlo-, es más fácil adentrarse en la vida ajena que en la propia.
Es más fácil conocer los pecados de alguien, que los propios. Y es más fácil admirar con cierta envidia, la capacidad de otros que decidirte a desarrollar tu propia capacidad de triunfo.

Nadie más que tú, convéncete, puede construir un mundo interior que resplandezca con sinceridad ante el destino. Y nadie más que tú dialogara con Dios,en cierta fecha exacta.

Nadie podrá decir: ¡Ahora comienza la verdadera vida!...

Nadie. Nadie más que...Tú.
Es tú momento.
¡Llénalo de ti!

Desconozco su Autor/a