Legado
Desde qué zona etérea,
qué espacio espléndido
piensas en mí y me envías
divinos emisarios, sones
de un pequeño estuche
donde sólo cabe
-delicada-
la perfecta simetría de la dicha.
Dádiva
-espejismo acaso-,
sonrisas caen sobre mí
en celestial llovizna:
tu bautismo.
A perpetuarte me llamas:
ya siento en mí tu propio estupor;
tomo la media vida que me das
-la más pura-
como el don que no esperaba ya.
Dulce carga me entregas.
Antonio Aliberti
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