viernes, julio 01, 2005

Hospital...





En el siglo XXI, intacta la guerra y la melancolía,
hay pastillas para prolongar el hígado,
cápsulas para tejer la memoria,
tabletas para conjurar las jirafas del hambre,
píldoras para impedir la polilla de los huesos
y el infortunio de la líbido,
cucharadas para contar los pájaros sin alzar la vista,
jarabes que ocultan los balbuceos de la ruina,
pomadas para los silenciosos,
agujas que te arruinan la queja.

Pero en todo este dispensario interminable,
en este galpón gigante de remedios,
no hay una sola receta,
una crema importada,
una decisiva inyección,
que le permita a los amorosos olvidar
el aire que alguna vez los arrasó.


Leonardo Padrón
(Venezolano)

1 comentario:

Anónimo dijo...

pues si...


AL ESCONDITE

¿Dónde se esconde el amor?
Detrás de todas las puertas,
fisgonea importuno
y se agazapa, se acurruca
invisible para que no le veas,
disfrazado de primavera calurosa.

Abres la puerta y no le ves,
Pero ahí estuvo él
y puede ser, que todavía esté.

¿No sentiste la corriente de viento cálido
que cerró violentamente la ventana?
¿No sentiste como unos pasos
en el piso de al lado,
como una voz que intentó decirte algo por la calle,
como una llamada sofocada por la brisa?

El amor estaba allí, escondido, disfrazado, agazapado,
para que no notases su presencia.

Pero un buen día, a plena luz de un sol
cubierto de oro y pedrería,
o una noche sofocante de enigmas celestiales
y de delirios de estrellas,
o una tarde arrebolada de luces extrañas,
se presenta el amor, sin tarjeta de visita,
de improviso, súbitamente, como una aparición.

Es como un ladrón furtivo
que te empuja al pasar y te roba la cartera,
al tropezar.

Es como un asalto en plena calle
rodeado de un gentío
y no aciertas a comprender,
por qué te asaltan a ti y no a los demás.

Es como un perfume de rosas,
de un jardín inexistente
exhalado por el aire, al contacto de tu boca.

Es como el sonido de una voz
que desconoces y que canta una canción
que no comprendes y que te hace suspirar.

Es todo lo que anhelas,
todo lo que tocas,
todo lo que lloras,
todo lo que sientes,
todo lo que imaginas,
todo lo que sueñas,
todo lo que ves.

No le podrás cerrar la puerta.
Con un golpe de viento abrirá tu balcón,
y entre las cortinas alborotadas
se meterá de rondón
y se esconderá, como siempre jugando al escondite
con tu asombrado corazón.

No te servirá de nada fingir que no lo has visto,
porque, si se marcha, sin decirte adiós
llorarás como un chiquillo por su falta de atención
y si no se vuelve a presentar,
recordarás cada instante de tu vida
a aquel ladrón furtivo
que te empujó al pasar
y te robó la cartera, al tropezar.

Carlos Etxeba


Max