viernes, diciembre 10, 2004

ylrpmqlp...


Una de las cosas que más me ha impactado desde que estoy en España, son las historias reales sobre los maltratos, en un porcentaje alto de hombres hacia mujeres -sus parejas, por lo general-, que muchas veces acaban en la muerte del maltratado...

Con el perdón de la expresión, he flipado en todos las tonalidades y la mandíbula me ha llegado más allá de las rodillas, al escuchar las crónicas... No lo he exteriorizado aquí más que sutil, pero categóricamente en dos post: uno con un banner de Amnistía Internacional (Post del 10 de Junio) y otro con la letra de una canción del grupo Amaral que toca el tema (Post del 2 de Octubre) Pero aún no habiéndolo dicho públicamente, lo cierto es que el tema me horroriza, porque es casi diario el reporte en las noticias de casos de maltratos y muertes por esta causa...

Sin embargo, nada se parece a lo que me sucedió hoy, en vivo y en directo, con una mujer de unos 50 y largos años que estuvo en mi oficina haciendo una tramitación financiera. Le indiqué que sólo necesitábamos 4 documentos y se los enumeré. La mujer, que llevaba un portafolios lleno de documentos, lo posó sobre mi escritorio, lo abrió y comenzó a buscar entre los papeles lo que yo le solicitaba... Con cada papel que iba sacando y que no eran los que yo le pedía, me fue contando la historia de lo que significaba cada uno...


La historia que me iba contando esta mujer, surcada su cara de arrugas aradas por el sufrimiento y de enormes ojos negros y tristes, dejaba entrever un divorcio difícil, donde la lucha aparentemente era por repartir con equidad los bienes adquiridos durante la comunidad conyugal y su deseo de proteger a su hija menor, que tiene un 70% de minusvalía declarada...

Pero hubo un papel que le transformó el rostro... y luego otro... hasta que finalmente, me contó el por qué del divorcio... Uno de los papeles era el informe médico donde constaba que la mujer había sufrido diez- ¡¡¡DIEZ!!!- operaciones en CADA pecho debido a los maltratos físicos que había sufrido... El otro papel era la sentencia de un juzgado donde se establecía la retención que iba a tener en su pensión el hombre que había sido su esposo... el maltratador...


Me dio ambos papeles para que los leyera... y cuando lo hice, una mezcla de perplejidad, asombro y, sobre todo, de un cabreo mayúsculo me recorrieron el cuerpo y el alma...

Ese hombre, el que le surcó el rostro de arrugas y le llenó los ojitos de tristeza a esta mujer, era un cliente habitual de mi oficina... Un hombre de apariencia tímida y hasta honorable, al que se le había ayudado con los fondos de una operación de corazón abierto que se le hizo a su nieta en el verano pasado y con el cual yo había hablado muchas veces...


Cuando la mujer se hubo marchado y dejé de temblar, le conté a mi jefe... y como algo me conoce ya, solo me pidió que cuando el hombre fuese a la oficina, yo no lo mirase, ni le diese los buenos días... pero yo no sé lo que haré, de verdad...

ylrpmqlp... qué fuerte... qué fuerte...


PD1) Por supuesto que a la mujer (Magdalena se llama, por cierto, qué irónico) yo no le mencioné que esa bestia era cliente nuestro... ni se lo pienso decir, vaya...

PD2) Hoy es evidente que escribir en azul no me apetece...

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy interesante su relato. Esta semana estuve mirando en la tele un programa sobre personas encarceladas y una de las personas entrevistadas es un abusador de mujeres y cada vez que se pelea con su esposa la golpea y lo encalcelan. Me sorprendió el número de veces que lo ha hecho. Tambien me sorprendió que ella siga soportandolo. Su relato indica que no me debo sorprender.

Mr. Grau

Unknown dijo...

Lo que cuentas es triste, y se hace más doloroso aún cuando es alguien que lo cuenta como testigo de ese relato.

Estamos acostumbrados a ver en los medios toda clase de atrocidades y eso, con el tiempo, genera una insensibilidad hacia estos fenómenos. Es una respuesta psicológica natural, pues el sistema emocional trata de protegerse del dolor que producen estas noticias, y eleva el umbral del dolor.

¿Hasta dónde podremos aguantar más la elevación del umbral del dolor?

Espero que no sea hasta la aniquilicación de esta sociedad como tal, por insensibilidad, egoísmo y brutalidad.

Un saludo!

Azul... dijo...

Mr. Grau, no, ojalá jamás perdamos la capacidad de asombro... Dar las cosas por sentadas va llenando la vida en oscuridad... Es en el "darnos cuenta" donde está la magia y el milagro...

Julio, eso mismo me pregunto yo ¿hasta dónde vamos a llegar en este "perfeccionamiento" de las técnicas para hacernos daño? Espero que no muy lejos... Si tengo que pedir un solo deseo es justo ese: que pare el dolor...

Gracias a ambos por asomarse por aquí...

Besos,

Azul

Blau dijo...

Chamita, que fuerte, que fuerte, peeerooo que fuerte! y pensar que tienes que tratar a es SEÑOR.

Un besito