El esfuerzo de no sufrir,
el esfuerzo de no envejecer
y el esfuerzo de no morir
terminan siempre derrotados,
agotados en la ilusión de su combate,
en la esterilidad de su gesto.
El esfuerzo de no vivir
también termina hecho pedazos
frente al impulso incontrolable
de la voluntad de la sangre,
de la dirección de la corriente,
de la gravedad o del instinto.
No hay más alternativa
que dejarse caer en el vacío,
que dejarse vivir
sin intentar otro esfuerzo
que girar el cuerpo en el aire
furiosamente
hasta expulsar hacia el olvido
la aceleración de la angustia y la caída,
sin intentar otro esfuerzo
que girar el cuerpo en el aire
alegremente
hasta dejarse envolver
por el placer repentino
del movimiento.
Lorenzo Facorro
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