- ¿Cómo es el sol de la infancia de Antonio Machado, profesor?
La pregunta vino de una estudiante espabilada con cara de ratón y grandes gafas de pasta que siempre se sentaba en primera fila.
- Amarillo y luminoso, como todos - terció un gracioso sin gracia.
Unos cuantos rieron tímidamente.
Fontana no.
Daniel tampoco.
- Uno solo valora el sol de la infancia cuando lo pierde -dijo el profesor, acomodándose en el borde de su mesa, con la tiza sostenida entre sus dedos.
- ¿Cuando pierde el sol o cuando pierde la infancia? -preguntó Daniel alzando un lápiz al aire.
- Cuando pierde el suelo que siempre ha pisado, las manos que le han agarrado, la casa en la que creció. Cuando se marcha para siempre, cuando le empujan fuerzas ajenas y tiene la certeza de que nunca volverá.
Y entonces el profesor, sobrio, y escrupulosamente respetuoso con el programa docente hasta aquel día, se despojó de constricciones académicas y les habló. De pérdida y exilio, de letras trasterradas y del cordón umbilical de la memoria; ése que, a pesar de los montes y los océanos que acaben separando a las almas de los soles de la infancia, jamás se llega a romper.
María Dueñas
"Misión Olvido"
La imagen me pertenece, es una foto de la que fue mi casa en Caracas...
Las negrillas son de mi entera responsabilidad.