El retorno de los Nómades
Lía Schenck
Reconocimiento y acercamiento a los nómades (Cont.)
Cuando descubren signos latentes, los nómades los dejan
latiendo como semillas
o como pollitos sin nacer adentro de sus huevos.
Dejan a los signos latiendo en sus propios sitios.
No los dan vuelta ni los orientan hacia ningún lado.
Ni siquiera ponen relojes alrededor de sus tiempos.
Los dejan ser y de vez en cuando se sientan al lado
de ellos y los acompañan en sus desconocidos
designios.
Saben que los signos y los misterios dados vuelta
ya no laten. Saben que sus estertores se
escuchan en el centro de la luna.
Dejan que los misterios sean misterios.
Dejan que los signos sean signos.
A veces les cantan canciones y esperan.
A veces los dejan en silencio total para que los
signos reconozcan sus horarios y se abran como
flores nuevas y digan al aire quiénes son.
Cuando afloran, los huelen, les miran
los círculos y los centros y se asombran
profundamente con sus revelaciones.
Muchas veces el miedo es una enfermedad que
muerde todo lo que late o vuela
o se estremece.
Que come los latidos y moja las plumas.
Que detiene y paraliza los giros en el aire.
Que asoma sus patas de humedad y su cabeza
de ojos huecos cuando cualquier plumita empieza
a sentir miedo o soledad en las alturas.
Los nómades se curan aminorando el vuelo
y mirado hacia abajo desde las alturas
como si abajo fuera el cielo.
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